Vista aérea da floresta amazônica no estado brasileiro do Amazonas. Neil Palmer, CIAT

Amazonía: La ecuación detrás del punto de inflexión y cómo las comunidades del bosque hacen frente a un panorama cambiante

Expertos abordaron los peligros de la deforestación, los incendios y el cambio climático, así como la prometedora perspectiva de la gestión de la tierra

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Científicamente, es incuestionable que la Amazonía está en camino de dejar de ser un bosque húmedo tropical.

Los “pulmones de la Tierra”, que almacenan alrededor de 200 000 millones de toneladas de carbono, emiten hoy más carbono que el que capturan, lo cual está acelerando cambios climáticos que causan daños aún mayores al bosque.

Los misteriosos suelos y doseles de los bosques, que albergan una décima parte de todas las especies conocidas del planeta en un área dos veces más grande que la India, están siendo silenciados por los incendios forestales y la deforestación.

El hogar ancestral de más de 400 culturas indígenas poseedoras de un importante acervo histórico está siendo testigo de cómo las tierras de sus pueblos son degradadas, robadas y convertidas para la minería, la construcción de represas y la agricultura.

En el primero de los tres días que duró el GLF Amazonia: Punto de inflexión, una conferencia digital dedicada a examinar el estado crítico del bioma amazónico, se escuchó un coro de voces conformado por líderes indígenas, científicos, políticos, economistas, directores de organizaciones, jóvenes, entre otros, quienes compartieron las presiones sobre la Amazonia de las que son testigos y de qué manera es posible abordarlas.

El objetivo, como indica el subtítulo de la conferencia (“Soluciones desde dentro”) organizada por el Global Landscapes Forum, debe ser entrelazar todas estas realidades para crear una estrategia que sea más fuerte que los desafíos, los cuales vienen hoy de todas las direcciones.

“Estamos en el punto de inflexión de la Amazonía”, dijo Luciana Gatti, investigadora principal sobre cambio climático del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE). “Sin embargo, es una situación que aún se puede revertir”.

Un proceso que está en marcha

En el contexto de la ecología, un “punto de inflexión” es un momento crítico de un ecosistema o ciclo natural que, una vez cruzado, no se puede revertir. A medida que los glaciares antárticos se quiebran y se derriten cada vez más, el nivel del mar aumenta hasta un punto que podría provocar el colapso total de la Antártida occidental. A medida que el agua producida por el deshielo de los glaciares y las precipitaciones aumentan debido al calentamiento global, la corriente del Golfo y otras corrientes que se encargan de regular el clima se trastocan. Y a medida que el permafrost del Ártico se derrite, se liberan a la atmósfera gases de efecto invernadero que ayudan a impulsar estos procesos.

En el caso de la Amazonía, a medida que estos cambios en el clima global se combinan cada vez más con el aumento de las temperaturas, la inestabilidad de las estaciones, los incendios forestales y la deforestación, el bioma tiene dificultades para producir su propia lluvia y va mostrando señales de muerte regresiva: se va secando hasta convertirse en un ecosistema similar a un pastizal. Este es el punto de inflexión de la Amazonía, y sus etapas iniciales ya están en marcha.

“Un aspecto en el que estamos en más problemas de los que creemos es en el hecho de que estos puntos de inflexión se encuentran interrelacionados, no son independientes”, dijo Robert Nasi, director general del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y director gerente de CIFOR-ICRAF, durante la apertura del evento. “Son cuestiones muy peligrosas porque pueden crear reacciones en cascada que afectarán toda la base de la biosfera y los sistemas de supervivencia de la vida”.

“Quiero que la gente de afuera nos escuche y sepa que estamos luchando por nuestras vidas: no solo nuestra vida, sino la de toda la humanidad”, dijo Nemonte Nenquimo, lideresa del pueblo waorani de la Amazonía ecuatoriana. “Los indígenas llevamos mucho tiempo luchando para mantener este equilibrio [con la naturaleza] en el [contexto del] cambio climático”.

Señales de alarma

El punto de inflexión de la Amazonía en particular comenzó a estudiarse a conciencia en 1992, cuando el científico brasileño Carlos Nobre y el científico estadounidense Thomas Lovejoy, quienes participaron como oradores durante el evento del GLF, lanzaron un proyecto llamado “Experimento de gran escala biosfera-atmósfera en la Amazonía”, con el fin de examinar de manera detallada la dinámica existente entre la atmósfera, la biosfera y la hidrosfera del bioma. Su conclusión, a la que llegaron años más tarde, fue que la Amazonía alcanzaría su punto de inflexión y se secaría cuando su deforestación alcanzara un 40 % y en caso las tendencias del cambio climático se mantuvieran.

Sin embargo, en 2018, los mismos científicos redujeron drásticamente su estimación inicial a un 20-25 % de deforestación, en parte debido al aumento de los incendios forestales, que ahora son una de las tres variables en la ecuación del punto de inflexión, junto con la deforestación y el cambio climático.

Actualmente, la Amazonía está deforestada en más del 17 % y, de continuar el ritmo actual, esta llegará al 27 % para el año 2030, de ahí la urgencia de descubrir cómo interrumpir la trayectoria de este ecosistema esencial.

Infografía de MapBiomas que muestra los resultados de su mapeo de incendios forestales en Brasil durante 16 años. Cortesía de MapBiomas
Infografía de MapBiomas que muestra los resultados de su mapeo de incendios forestales en Brasil durante 16 años. Cortesía de MapBiomas

En julio de este año, un estudio dirigido por Gatti como autora principal generó titulares de todo el mundo debido al hallazgo de que algunas partes de la Amazonía ahora emiten más carbono del que capturan cada año.

La parte oriental de la Amazonía, que está deforestada en un 27 %, emite 10 veces más carbono que la parte occidental, que está deforestada solo en un 11 %. La Amazonía meridional es ahora una fuente neta de carbono. La recopilación de datos que se incluyó en el estudio concluyó en 2018, por lo que la cantidad de emisiones actuales aún es desconocida, y probablemente sea mayor.

Ane Alencar, directora de ciencia del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (IPAM), extrapoló los diferentes patrones de incendios forestales en la Amazonía a partir de un mapa creado por la iniciativa MapBiomas que muestra las áreas de la Amazonía quemadas por lo menos una vez en los últimos 36 años, que en conjunto suman el 16,4 por ciento del bioma. El extremo meridional de la Amazonía ha sido el más afectado, y la región sudoriental se ha visto particularmente fragmentada debido a los incendios, como reflejan las emisiones especialmente altas de biomasa quemada de la región meridional, descritas en el estudio de Gatti.

“Estos incendios son bastante peligrosos porque los cambios [en el ecosistema] por lo general ocurren lentamente a lo largo de varias décadas, pero si el fuego llega al bosque, esos cambios son más abruptos”, dijo Paulo Brando, profesor asistente del Departamento de Ciencia de los Sistemas Terrestres de la Universidad de California en Irvine. “Desconocemos la cantidad de carbono que estamos perdiendo —y no lo estamos perdiendo en toda la región amazónica—, pero con los incendios esta cantidad será mayor”.

“Durante los últimos 50 años, la región amazónica perdió el 17 % de sus bosques”, dijo. “El año pasado, [la pérdida] fue de alrededor del 1,5 %. Esto es demasiado, y estamos a punto de colapsar, y muy rápido. Necesitamos actuar de inmediato. Requerimos medidas generales para acabar con la deforestación y controlar la deforestación durante las estaciones secas, y también hallar nuevas formas para gestionar la agricultura y restablecer el ecosistema”.

La cultura sostenible de las tierras indígenas

Una rana de árbol cuelga de una rama en la Amazonía peruana. La región amazónica alberga el 10 por ciento de todas las formas de vida conocidas. Ulrike Langner, Unsplash
Una rana de árbol cuelga de una rama en la Amazonía peruana. La región amazónica alberga el 10 por ciento de todas las formas de vida conocidas. Ulrike Langner, Unsplash

Aunque la Amazonía a menudo es considerada como una expresión de la naturaleza en su estado más prístino, las estadísticas nos cuentan una historia distinta. Tomemos, por ejemplo, las cifras sobre los bosques de Brasil, desglosadas por Alison Castilho, bióloga del Observatorio de Manejo Forestal Comunitario y Familiar: de los 311 millones de hectáreas de bosques, casi todas ubicadas en la Amazonía, el 73 % son gestionadas colectivamente de algún modo, ya sea mediante operaciones estatales, unidades de conservación federales o territorios indígenas.

Una muestra de ello son las iniciativas como RedParques, que se presentó en el evento. Se trata de una red de países de América Latina y el Caribe que colaboran para lograr una mejor gestión de sus áreas protegidas y conservadas, con asesoría técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Surge entonces la pregunta: ¿Cómo se puede gestionar la Amazonía de manera que preserve su integridad ecológica?

Las partes de la Amazonía gestionadas de manera más sostenible son las que están en manos de los pueblos indígenas y las comunidades locales, quienes dependen de los recursos del bosque para su supervivencia. Los derechos de estos grupos se discutieron en detalle en el segundo y el tercer día del evento, pero durante el primer día se destacaron métodos para su adaptación al panorama cambiante de la Amazonía.

En respuesta a los incendios, Caroline Nobrega, gerenta general de Aliança da Terra, habló sobre cómo su organización está capacitando a comunidades locales y a agricultores en los límites entre la Amazonía y el Cerrado con el fin de contener los incendios. Tradicionalmente, en esta área el fuego se ha utilizado con el objetivo de despejar tierras para su uso como plantaciones agrícolas, pero la sequía y las temperaturas cada vez más altas han aumentado el riesgo de que las quemas se salgan de control. “El fuego es algo muy complejo y la brigada no solo debe estar atenta a los incendios, sino también tomar en cuenta el viento, la vegetación y otros factores”, dijo Nobrega.

En otras partes de la Amazonía, se está evitando por completo el uso del fuego en las prácticas agrícolas. En la región nororiental del estado brasileño de Pará, la agricultora Leiliane Martins Batista describió con orgullo cómo ha convertido una antigua plantación de yuca en un próspero jardín agroforestal sin recurrir a la quema. Ahora, su parcela de tierra incluye también palmas de dendê para obtener aceite, cacao y pimientos, y “el suelo también es más rico, lo que contribuye a la diversidad de especies”, dijo.

De hecho, la lenta expansión de la agroforestería en la Amazonía constituye un resurgimiento de prácticas ancestrales, como explicaron los oradores de una sesión sobre agroecología, arqueología y antropología.

“Las estrategias agroecológicas han llevado a la Amazonía que hoy conocemos”, dijo Eduardo Góes Neves, profesor de arqueología brasileña en la Universidad de São Paulo, al describir cómo las culturas indígenas cultivaron y domesticaron plantas como el cacao, la yuca y el açaí, que ahora son omnipresentes en el bioma.

Antes de la colonización, había unos 10 millones de habitantes de pueblos indígenas viviendo en la Amazonía, pero el 90 % murió en los siglos que siguieron a la llegada de los portugueses y los españoles, lo que llevó al discurso que presenta a la Amazonía como un hábitat virgen y en gran medida deshabitado. Del mismo modo, Márcio Augusto Freitas Meira, antropólogo del Museo Paraense Emílio Goeldi, habló de las antiguas tribus de la región de Río Negro, que gestionaron sus paisajes a partir de las relaciones existentes entre los seres humanos y todas las cosas no humanas, desde las rocas, el suelo y el agua, hasta las estrellas, las constelaciones y los ciclos anuales de la vida. “Los indios llaman a este enfoque holístico ‘la administración del mundo”, dijo. “La situación de los pueblos indígenas, no solo de Río Negro sino en general, es de suma vulnerabilidad”, resumió. “Y la cultura sostenible de las tierras indígenas debe ser uno de los principales instrumentos de política para permitir que las comunidades gobiernen según sus propios modelos”.

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